martes, enero 02, 2007

La solidaridad de Libros & Letras

REVISTA LIBROS Y LETRAS
Edición número 64. Diciembre de 2006

Tema Central


Un tal Nacho


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Ignacio Ramírez: la dignidad de tiempo completo en sus cabales
Por: CARLOS-ENRIQUE RUIZ
desde Aleph


Las pasiones de los hombres desbordan la historia y hasta han anegado de atrocidades las calles y los campos. La historia de la humanidad es más un recuento de oscuridad, que las mentes más lúcidas y laboriosas no han podido disipar o distraer. Por doquier, el crimen, el desparpajo, la insolencia, y la indolencia frente a la miseria y la pobreza de las gentes, no dejan respiro en el escenario de la dignidad. La dignidad, a su vez, es la concordancia entre el ser íntegro y la acción de buen servicio a los demás.
Quedan monumentos de soledad, voces que han dicho lo suyo con pregón de belleza, en las múltiples formas de expresión. El arte es el escenario donde lo mejor de la humanidad ha tenido lugar, como muestra de que algo a favor de la vida puede ser posible. Y entre las artes está la literatura. Habrá quienes la hayan practicado sin asomarse a la dignidad, pero no faltan aquellas figuras emblemáticas que viven siempre en ella, sorteando la indiferencia del mundo y las miradas de envidia o de odio. Nada fulminante puede acabar con la belleza de la dignidad, en las manos que pueda florecer.
Ignacio Ramírez es uno de estos casos, con ejercicio diario de valor. Personalidad formada en el trasegar del mundo, en las lecturas sin término y en las observaciones del arte con mirada atenta y escudriñadora, con memoria de elocuencia que facilita establecer nexos, elaborar apreciaciones en contexto, sin el sesgo de la mirada focal y sin desdén.
Hombre de profundos compromisos con la cultura, recio sin declive frente a la seducción del poder, que tantos talentos frustra. Independiente hasta la fatiga, sin entregarse a las agencias promotoras de imagen frívola. Ha ejercido, como pocos, el gusto por el saber, la delicia del escribir con pasión imaginativa y, por sobre todo, con el aliciente del compartir estimulando.
Su obra fundamental de la última década: Cronopios, tiene los siguientes lemas: 1. Diario virtual para hombres y mujeres de palabra, 2. Trabaja de puro amor al arte, y 3. No promueve temas políticos ni religiosos porque Cronopios lucha por la paz y ellos atizan la guerra. Cumplidos, en cada edición, sin esguince alguno. Con aquellas premisas contundentes ha desplegado magnanimidad, virtud desaparecida hasta como palabra en el diario trajín de los diálogos sin frontera. Cronopios es puerta y ventana abiertas a las voces de creadores que no estén enajenados por las discordias. Apertura sostenida con señales para la construcción de coexistencia y de sociedad desde la Cultura, sin las infamias de la política. Como lo fue en Literalúdica, columna semanal que sostuvo por años en periódico de mayor circulación, y en otras.
Hombre de fácil pluma, con imágenes deslumbrantes y torrencial fluencia de contenidos desde su espíritu forjado en las dificultades, en los riesgos, con meditación surgida de lo vivido, aprehendido y soñado. Escritor de carta cabal, y sólida armadura. De sus artículos, ensayos, columnas, crónicas, reportajes, reseñas, relatos,... pudieran hacerse numerosos volúmenes, que no ha sido su objetivo, porque en la sinceridad de su corazón no es otra la ambición que llegarle al oído y al gusto de espíritus que considera afines, por los medios más directos.
En lo escrito sobre el poeta Javier Huérfano muestra la esencia de su ideario y su vocación de mano tendida: «Esa clase de poetas, en quienes la poesía vive mucho más en la carne y en los huesos que en los versos, que a la hora de la verdad constituyen catarsis para no caer en el lamentable lugar común de la violencia, deberían ser mucho más tenidos en cuenta como guerreros del silencio, voces válidas en medio del bochinche, pues a la hora de la verdad escriben más para soñar y para no matar, que para figurar y deslumbrar a la farándula literaria.» Demanda una poesía de más vida, en autores al margen de las contiendas y de las seducciones mediáticas.
Son muchos los escritos de Ignacio que uno pudiera repasar con sostenida admiración por el estilo y el derroche de imágenes bellas. Ha hecho literatura y escrito sobre autores, sobre cine, pintura, teatro, etc. Recuerdo, ante todo, aquella sorpresa que nos dio una mañana con ese poema, no puede ser de otra manera entendido, en el que nos develó el secreto de Kaffe, su bella hija wayúu. Alma pura derretida en palabras delicadas, sutiles, con despliegue del amor más íntimo, como prolongación exultante de espíritu. Escrito digno de las mejores antologías en las letras hispanoamericanas. O aquel otro sobre «El hombre que escribía pájaros»,.... y tantos y tantos escritos que debemos reunir en por lo menos un volumen de financiación colectiva, con liderazgo editorial de David Consuegra, por ejemplo.
En Cronopios muchos nos hemos asomado de su mano receptora, generosa, comprensiva, estimulante. Tribuna nada ajena a las voces nuevas ni a los escritores de mayor rango, que no tienen posibilidad de otro atisbo, menos en los medios editoriales que miden la creación por la rentabilidad.
Ignacio Ramírez es una vida en permanente realización, febril en el trabajo, escritor de formación alta, con trajín por el mundo y lector voraz, con arraigo en sus personales obsesiones. Lo dicho por él en homenaje a Arturo Alape, puede aplicársele a nuestro Cronopios mayor: «... la vivencia directa de las cosas le hizo acercarse a la historia como a una fuente primaria para superar la sed de saber y compartir.» Su Amo, luego existo, le ha sido norma indeclinable de vida.
Que los dioses lo sostengan en pie, hasta colmar la sed de quienes reclamamos a diario la fuente continua de su pluma estremecida, lúcida y cálida. Hombre corajudo como su hija Kaffe.

En Aleph, a 19 de noviembre de 2006


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