sábado, septiembre 09, 2006

La palabra

Literalúdica
Por Ignacio Ramírez
prensacronopios@hotmail.com

El Milán-gro

Todos los escritores, poetas, filósofos, sociólogos, políticos, catedráticos y en general los colombianos que tengan a la palabra como materia prima de su trabajo y de sus sueños, de su vigilia y de sus esperanzas, están invitados a participar en el Encuentro Colombiano de Hombres y Mujeres de Palabra, que tendrá lugar el domingo 8 y el lunes 9 de octubre, dentro del Primer Festival Cultural Colombiano que se hará en Milán, Italia, con la idea de comprobar que la mayoría de los colombianos somos gente de paz, que estamos en la obligación de unirnos para derrotar a la violencia.
El acontecimiento, sin antecedentes en la historia creativa del país, si tenemos en cuenta que el gobierno le negó cualquier apoyo a través de su vocero en el Ministerio de Relaciones Exteriores y del silencio de su Ministerio de Cultura, se hace con el exclusivo capital de la buena voluntad de sus artistas e intelectuales, especialmente de aquellos que aún con sobrados méritos, jamás se tienen en cuenta para representar al país porque no forman parte de la rosca de la cultura oficial. Lo curioso es que, aún así, quienes convocan a la trascendental cita internacional insisten en la urgencia de dar ejemplo de convivencia pacífica mediante el ejercicio del respeto por la diversidad ideológica y las diferencias culturales.
Habrá de todo: salón de pintores, conciertos musicales, muestras de cine y video, danza, teatro, conferencias, etc. Y como los medios de comunicación italiana ya han comenzado a divulgar la noticia, el Centro Leoncavallo de Milán ha invitado a los artistas colombianos a sumarse a su tradicional celebración del 12 de octubre, cuyo prestigio radica en constituir un gran espacio universal para la coincidencia armónica de representaciones de la mayoría de países de la tierra.
Al Salón de pintores colombianos, que se hará en homenaje a Tiberio Vanegas, un gran artista desaparecido en el siempre lamentado accidente de Barajas, en Madrid, en 1983, y sepultado por el silencio y la indiferencia del establecimiento, se ha invitado especialmente a Fabio Rodríguez, pintor, escritor, catedrático colombiano, residente desde hace muchos años en Milán, prestigioso en Europa y sospechosamente desconocido en su nativa aldea. Concurrirán, además, artistas de prestigio internacional, como Filomeno Hernández, Mario Volpe, Martha Zamora, Jorge Alberto Calero, Jaime Delagracia, Luis Fernando Luna, Olga Sofía Castellanos, Fernando Maldonado, Sergio Andrade y otros importantes pintores que irán desde México, Estados Unidos y diversos países europeos.
El Encuentro de Hombres y Mujeres de Palabra será instalado por Armando Romero, catedrático en los Estados Unidos y autor de novelas, libros de cuentos y ensayos que, a pesar de haber sido publicados, difundidos y admirados en Colombia y en otros países de América, también han corrido con la suerte en contravía de nuestra tropical indiferencia. Son muchísimos los autores y autoras inscritos en la lista de potenciales viajeros a Milán: Eduardo Márceles y otros notables escritores y escritoras residentes en Norteamérica; Mario Rey, organizador de las semanas culturales colombianas en México; Jotamario, el activo, irreverente y cálido poeta nadaísta; Jorge Guaneme, desde Alemania; los Bacanes de Barranquilla, encabezados por Haroldo Martínez y Hugo González; una importante delegación opita con Winston Morales, Jader Rivera, Gerardo Meneses y Amadeo González. Todos escritores y escritoras dignos de representar a Colombia en cualquier ámbito internacional, aunque en el propio país no los reconozcan.
Pero falta apoyo para realizar el sueño de donar la Biblioteca Macondo de autores colombianos a la principal Biblioteca de Milán. Se necesita una franquicia de 300 kilos para llevar los libros. ¡Y muchas otras cosas! ¿Alguna empresa de aviación, o italianos residentes en Colombia, o cualquier entidad o ciudadano colombiano, entenderá la trascendencia del proyecto y ayudará a que se consolide el Milán-gro? Al fin de cuentas, se trata de una fiesta de paz, con los recursos de la imaginación.