Amigotes de papel
Amigotes de papel
Es tiempo de cosecha en el país de los libros. Da gusto recibirlos y regodearse con semejantes amigotes de papel. Hay de todo, para todos los gustos y disgustos, y vienen de todos los puntos cardinales.
Los autores huilenses, por ejemplo, andan en avalancha: Aniquirona es un primer singular poemario de Winston Morales, donde encontramos dos elementos vitales que no todo autor logra cuando intenta fundar un libro: atmósfera y cadencia (“En el bosque de los bambúes/ más allá de los arrozales del hombre/ donde se alza una lengua sabia y nueva/ está Schuaima”). Winston, además, con Jáder Rivera y Esmir Garcés, presenta La lluvia y el ángel: tres formas paralelas de llover y volar con la palabra: Jáder, sencillo, terrígeno (“los hondos abismos que el viento y el polvo vadean cantando”); Esmir, telúrico (“Árboles que cargan un cielo ocre/ ojos de metal que raya la mañana/ nubes que fingen una temprana lluvia”). Winston, otra vez, onírico (“Siempre llueve/ y uno sumerge la cabeza contra el viento”).
Pero hay mucho más por los lados del señor de la tierra de promisión: La plenitud de la nada y Tentativas de sacralidad, de Jorge Elías Guebelly. El primero, textos innominados, relámpagos de aquellos que iluminan la vida del autor y de paso sorprenden al lector, que entra en la propuesta complicidad entre la palabra, la imagen y el sueño. El segundo, exhaustiva ronda personal y humanística del poema de José Eustasio Rivera.
Los anteriores, son libros de Trilce Editores, el sello que sostiene Guillermo Martínez González, el poeta que escribe diarios en la noche y le declara su amor a las ventanas. Los autores, además, son artífices y habitantes permanentes de la revista Índice de literatura, una grata señal de identidad del universo opita. Y otra más, con su propio nombre editorial: Edgar Sandino, lanza Las palabras del amor , rescate de sus textos poéticos guardados a través de la vida (“No son sólo las palabras esbozando pensamientos”). Y más: El pregonero de la soledad, donde Amadeo González no sólo suelta el hilo de la cometa de sus sueños, sino que proclama a los cuatro vientos (él, señor de Cuatro tablas ), que quiere que lo dejen solo, para morirse de silencios.
Edgar Bastidas Urresty, prestigioso autor y catedrático nariñense, presenta en ediciones Testimonio, Dos visiones sobre Bolívar, que implica la recuperación de la polémica que entre 1925 y 1928, en Pasto, sostuvieron José Rafael Sañudo, autor de Estudios sobre la vida de Bolívar, y Sergio Elías Ortiz, quien motivado por la irreverencia del polémico texto, planteó un auténtico y apasionado reto intelectual e histórico que, revelado hoy por Bastidas Urresty, resulta atractivo y exótico, precisamente porque el tiempo —sólo, sin propósitos ni siquiera remotos de sus protagonistas—, va convirtiendo en literatura aquello que algún día fue combustible para la vida emocional de los pueblos.
Y un broche de oro: Heterodoxias, un bello trabajo lúdico-poético-filosófico del ludiquísimo poeta y filosofo Julián Serna Arango, quien se vale de diáfanos relatos-aforismos para contarnos, por ejemplo, que “Cuando el balón atravesó la línea de gol la mitad del estadio estalló de júbilo y la otra mitad palideció en el acto...Después dicen que una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo”. Así sea.
Es tiempo de cosecha en el país de los libros. Da gusto recibirlos y regodearse con semejantes amigotes de papel. Hay de todo, para todos los gustos y disgustos, y vienen de todos los puntos cardinales.
Los autores huilenses, por ejemplo, andan en avalancha: Aniquirona es un primer singular poemario de Winston Morales, donde encontramos dos elementos vitales que no todo autor logra cuando intenta fundar un libro: atmósfera y cadencia (“En el bosque de los bambúes/ más allá de los arrozales del hombre/ donde se alza una lengua sabia y nueva/ está Schuaima”). Winston, además, con Jáder Rivera y Esmir Garcés, presenta La lluvia y el ángel: tres formas paralelas de llover y volar con la palabra: Jáder, sencillo, terrígeno (“los hondos abismos que el viento y el polvo vadean cantando”); Esmir, telúrico (“Árboles que cargan un cielo ocre/ ojos de metal que raya la mañana/ nubes que fingen una temprana lluvia”). Winston, otra vez, onírico (“Siempre llueve/ y uno sumerge la cabeza contra el viento”).
Pero hay mucho más por los lados del señor de la tierra de promisión: La plenitud de la nada y Tentativas de sacralidad, de Jorge Elías Guebelly. El primero, textos innominados, relámpagos de aquellos que iluminan la vida del autor y de paso sorprenden al lector, que entra en la propuesta complicidad entre la palabra, la imagen y el sueño. El segundo, exhaustiva ronda personal y humanística del poema de José Eustasio Rivera.
Los anteriores, son libros de Trilce Editores, el sello que sostiene Guillermo Martínez González, el poeta que escribe diarios en la noche y le declara su amor a las ventanas. Los autores, además, son artífices y habitantes permanentes de la revista Índice de literatura, una grata señal de identidad del universo opita. Y otra más, con su propio nombre editorial: Edgar Sandino, lanza Las palabras del amor , rescate de sus textos poéticos guardados a través de la vida (“No son sólo las palabras esbozando pensamientos”). Y más: El pregonero de la soledad, donde Amadeo González no sólo suelta el hilo de la cometa de sus sueños, sino que proclama a los cuatro vientos (él, señor de Cuatro tablas ), que quiere que lo dejen solo, para morirse de silencios.
Edgar Bastidas Urresty, prestigioso autor y catedrático nariñense, presenta en ediciones Testimonio, Dos visiones sobre Bolívar, que implica la recuperación de la polémica que entre 1925 y 1928, en Pasto, sostuvieron José Rafael Sañudo, autor de Estudios sobre la vida de Bolívar, y Sergio Elías Ortiz, quien motivado por la irreverencia del polémico texto, planteó un auténtico y apasionado reto intelectual e histórico que, revelado hoy por Bastidas Urresty, resulta atractivo y exótico, precisamente porque el tiempo —sólo, sin propósitos ni siquiera remotos de sus protagonistas—, va convirtiendo en literatura aquello que algún día fue combustible para la vida emocional de los pueblos.
Y un broche de oro: Heterodoxias, un bello trabajo lúdico-poético-filosófico del ludiquísimo poeta y filosofo Julián Serna Arango, quien se vale de diáfanos relatos-aforismos para contarnos, por ejemplo, que “Cuando el balón atravesó la línea de gol la mitad del estadio estalló de júbilo y la otra mitad palideció en el acto...Después dicen que una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo”. Así sea.
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